29.12.07

El Estado no apoya la cultura

Por: Arantxa Dark, poeta limeña

La poesía surge del estrecho margen (bastante delgadito) que distingue la voz del silencio. Sobrevive (sobre vive) en la fisura de una lengua que no es la de la cultura del logos, sino la del a-logos, lo ilógico, lo atroz, lo des-centrado y des-conocido.

O sea, la poesía es como un enfermo terminal que convulsiona sin fijarse a quiénes les tose y aunque quiere no puede ni podrá jamás acabar de pronunciar esa última palabra, ese sonido inarticulado que se empeña en emerger de su garganta (como del pescuezo de un San Juan de la Cruz agonizante) pero que no ha de lograr su cometido porque le falta aire.

Dicho esto, la conclusión es concluyente; la proposición, incuestionable. Desde la altura fatal e intransigente de mi poética puedo ver la mediocridad y la estolidez, la interferencia y la atonía de aquellos que interrumpen mi caminar audaz por las veredas de una ciudad derruida, decadente y atosigante, especialmente en las horas punta.

Allí está la fuente de la que surgen mis versos, ese origen ignoto, inaccesible, que me posee y me aniquila interiormente pero de la cual aparece el objeto monstruoso de mi poesía, objeto a cuya alta belleza (dejando a un lado la monstruosidad arriba mencionada o suprascrita) alcanzan algunos pocos y, eso, cuando pueden empinarse o conseguir que alguien les haga patita de gallo.

La poesía hiere como un cuchillo frío (porque si estuviera caliente, cauterizaría). Y allí está el gran problema que yo he llamado el dilema de la serpiente: (1) morder y envenenar al sujeto bípedo que asedia su hábitat y la pone en peligro de extinción, o (2) dar un paso al costado y poner los inexistentes pies en polvorsa, pero solapa nomás, serpiente, sin causar roche ni revuelo, haciendo como que aquí no ha pasado nada.

Yo creo que no hay alternativa: el poeta tiene que enfrentar la posibilidad de la muerte, correr el riesgo de salir de su madriguera cuando es necesario para atraer a su presa y resguardar sus fueros. El poeta es, pues, el gran maldito, sí, pero también la gran serpiente maldecidora -¡oh, maldita boa!- cuya función es demoler el sistema establecido por la lengua compañera del Imperio, la ley patriarcal y el neoliberalismo salvaje.

Desafortunadamente, al poeta maldito la gente no lo apoya. Y el Estado tampoco porque el INC cuenta con una burocracia que no cree en nadie. Algo tenemos que hacer en este contexto signado por la falta de un ente regulador que compense las inequidades del mercado. Sólo la unión nos hará fuertes, imperecibles y unidos. Poetas malditos: ¡como dijo Unamuno, unámonos!

Por eso, desde esta ciber-tribuna pobre pero honrada propongo unir a todos los poetas (eso sí, superando personalismos y el frecuente odio entre peruanos) a fin de bombardear este sistema opresivo que no reconoce nuestro trabajo pendavis y marginal.

(En la foto: poeta Arantxa Dark ante la encrucijada de una performance).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ja Ja. Muy buena. Pero no es solo una poeta, hay varios otros que escriben igualito.