10.1.08

Fábula del heredero

Por: Héctor Larval, poeta online

Hace cuarenta años, en los tiempos de mi segunda infancia en el mítico Patio de Letras, mi amigo el icónico escritor Suárez Barrios, famoso por su celeridad para el acróstico avieso y para el consumo espirituoso desprendido de obligaciones burguesas (como cancelar sus cuentas), esculpió en la piedra pulida de mi lóbulo izquierdo y en el mármol intonso de mi cerebro que sufre y se enternece, una frase o adagio popular de memoria inmarcesible y sentido atónito.

Me dijo así:


"Héctor Larval, amigo de mi entraña, pensador de baño turco, zapatero a tus zapatos, pugilista de semáforo, mano anónima, reichführer de la krayola número 4 y la mayólica quebrada, autor de versos unas veces rotundos como tacle de burro, otras veces fragilísimos como eructo de tímida libélula..."

"A ti, Héctor Larval", siguió diciendo Suárez Barrios, "a ti te convoco, porque quiero que tu poesía, tu lírica de dimensiones épicas, tu épica de limitaciones líricas, tu dramática de arraigo cómico, tu humor de azares trágicos, tu narrativa de espíritu radial, tu ensayística de contundencia cablegráfica, tu filosofía de domingo en la kermés del colegio, sean herederas inmediatas de mi pluma de ganso".

Yo en esos años mozuelos era un joven apolíneo, escasamente confundido con una vestal dada la belleza incomprendida de mi rostro y la afición abismal al juego y el descontrol, pero limpérrimo de psique y de soma hasta la mutua cancelación de ambos términos (en mi opinión, indebidamente sobrevaluados, por lo que pienso hacer un deslinde ante ellos en próximo ensayo que remecerá el mundo de los objetos sensibles y también el otro).

Era yo tan ancho en la sístole como ágil en la diástole y siempre dispuesto a la fotosíntesis, y algo en la cara de los demás me decía que estaba destinado a grandes cosas. Profeta de mi pequeña grandeza por venir, nada me había hecho presagiar las palabras que Suárez Barrios pronunció después:


"Dos más y el conchito de la raspadilla", dijo, impositivo, marcial (habíamos llevado nuestra moveable feast hasta un bar frente al campus de San Marcos), dirigiendo su verbo sustantivo y sus diminutivos de pueblo hondo al vertical garçon que nos atendía. "Dos más y el conchito de la raspadilla", repitió, posando en mí sus dos ojos, que parecían los ojos de dos tuertos diferentes y a los que sólo unía el odio y una nariz que incordiaba la paz de su gesto cinocéfalo.

Y añadio:

"Héctor Larval, pese a tu nombre de salsero de todos los reclusos, tu camino a la fama se verá enladrillado de libros y poemas del más sutil calibre, de una genialidez francamente anarcosindicalista; beberás el futuro a manos llenas; tu talento para la repartición de las frases adverbiales será la llave de San Pedro que te abrirá el sétimo cielo del que hablaban los profetas; te hundirás en el beneficio de la duda; emergerás en la otra ribera; nadarás el protervo mar de la Atarjea y te será dado ver la fauna de peces mutantes que se solaza bajo el espejo de sus aguas; tus amigos serán legión pero tus enemigos serán legionarios de cólera fácil y puñete al quítame allá estas pajas; volarás entre sinalefas para despertar cada mañana en la cama de una nueva musa clásica (recuerda, eso sí, que sólo son nueve: sospecha de las demás)".

Yo apenas podía contener las lágrimas. Según Suárez Barrios hablaba, mis ojos, escapados de sus cuencas, se fijaban con descocada impertinencia, más y más, en la agitación vespertina de los labios del mítico dipsómano y moralista, y desde cierto momento el sonido de sus palabras llenó todos los espacios de mi mundo: más que palabras eran presagios, eran el anuncio de mi genio finalmente revelado a la humanidad:

"Héctor Larval", siguió diciendo Suárez Barrios, "en verdad te digo esto: las siete casas de la poesía esperan por tu arribo; en cada uno de los siete palacios de la sublimidad hay una habitación con tu nombre; en las siete torres vigías del futuro cada peldaño de cada escalera tiene la forma de tus tabas aladas; tu reflejo espera por ti en el espejo del altar de las siete catedrales más altas del mundo solar, y en las siete catedrales más hondas del mundo sublunar. El universo que ha sido letrina y ha sido cementerio, será paraíso cuando tú lo dejes resucitar con tus sofonetos".

Se me hizo agua la boca. Suárez Barrios añadio:

"Y para que eso pase, sólo tienes que responder una pregunta".

"Lo que quieras, maestro", dije. "¿Te apetece otra raspadilla?"

"Respóndeme, Héctor Larval: ¿cuál es la diferencia entre el concepto de alegoría de los tomistas, el de Adorno, el de Abrams y el de Benjamin?"

"Ahí sí me agarrastes".

"Entonces te cambio la pregunta: ¿alguna vez Conrad escribió narraciones en colaboración?"

"Ahí sí me agarrastes".

"Una más, facilita: ¿qué significa poetry".

"Ahí sí me agarrastes".

"¿Siete por cuatro?"

" ... "

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaaaaaaahhhhhh, mi manchoso amigo, me fastidia tu traqueteo narciso. Tal vez porque soy medio cicuta y sólo le aguanto al cuáquero a pesar suyo W. W. que se cante a sí mismo. O tal vez porque el entusiasmado cherry de tu pata Faverón, me puso a funcionar inconsecuentes expectativas y sin quererlo me indispuso a no deglutir con buena leche ese fruto-de-tu-elevado-numen, que es así, con los guioncitos, como adivino que lo diría el Príncipe de los Cronopios. O tal vez haya contribuido a este desamorado mensaje, el hecho de que, con narcisismo fastidioso y sin pagar derechos de reproducción, utilizas el cuadro de Fantin-Latour, donde aparecen los que tú debes creer tus congéneres, Verlaine y Rimbaud, escoltados por seis cadáveres sensitivos, entre los cuales no descarto que el buen Gustavo, o Silvio, o demás yerbas amantes de los verdes “In God we trust” universitarios de Gringolandia, haya escogido uno para manufacturar una tesis.
No te extrañe que en la relectura que me he propuesto hacer de tu trabajo, éste me parezca lo máximo y me-inunde-de-entusiasmo-y-de-fervor. Soy bruto, lo reconozco. No se puede hacer nada contra la Naturaleza.

(Con copia para la logia patibularia del HERMANO CERDO)

R. BARTHES (R es inicial de Rumesildo)

Anónimo dijo...

he aqui un ejemplo de lo que sucede cuando uno lee a borges pensando que ve un capitulo de Chespirito: se les arruina el sentido del humor.

Tanque de Casma dijo...

Gustavo
¿Y te acordaste cuanto era siete por cuatro?
Un abrazo
ECG

Anónimo dijo...

"(...) y siempre dispuesto a la fotosíntesis"

Esa te la tiraste de Bob Esponja. Qué maal...

Anónimo dijo...

Qué se me hace que en el sótano de Larval encontraremos un punto que es a la vez todos los puntos.

Anónimo dijo...

jajajajjajajajajajaj, yo tambien recuerdo ese capitulo!!!

Anónimo dijo...

Salerón, tus raptos de flamboyante verbo churrigueresco tienen su gracia, pero, saliéndome un poco del tema, pregunto: ¿qué de bueno hay en saber que el Sr. Adorno, el Sr. Mancuerna, los frailes tomistas, los ratones jerrystas y todos cuantos quieras tienen, cada uno, su propio concepto de lo que es una "alegoría"?

Si quieres lograr verdadero conocimiento necesitas definiciones claras y inequívocas, a partir de las cuales argumentar y deducir, y no un laberinto de floro por aquí y floro por allá.

Seguramente sabes que Kurt Godel ha sido el lógico más importante de la historia, desde Aristóteles hasta nuestros días. Bueno pues, la tesis doctoral de Godel contaba 11 páginas.

Viene a cuento, también, esa opinión del tío Sabato: "No me repugna lo extenso, me repugna lo extendido, que no es lo mismo"...

Anónimo dijo...

Me gustaría saber que diría Rorschach, el verdadero y no el bamba, acerca del porqué el amigo 10:42 AM ha puesto borges con minúscula y Chespirito con mayúscula. Algún facilista metete diría que eso representa una evidente inversión de valores, una involución axiológica o alguna mierda por el estilo. Como el hombre se fue de esta vaina hace rato, la cosa posee entonces ribetes metafísicos, ontológicos, espiritistas y otros adjetivos, ateísmo, religiosidad, de esos que impresionan y hacen vibrar a ciertos autodidactas voluntariosos; la oportunidad sería propicia para que el gran Héctor Larval saque a relucir su inspirada pluma y deleite nuevamente a los desprevenidos.
R. BARTHES

Anónimo dijo...

Yo soy, por así decirlo, casi un odiador profesional. A las únicas personas a las que elogio son a los artistas e intelectuales famosos y muertos, manera de mostrar al mundo mi verdadera fibra valorativa y decirles “¡no señor!”, mi emputecimiento en la tele es sólo una capa de apariencia, un epidérmico barniz, un halo deletéreo y espectral que mis incontables enemigos buscan de resaltar, en vano intento de concretizar lo que carece de concreción, con sus siempre deficitarios talentos para la diatriba lo que me hace reír a soberanas carcajadas. Admito que me atraen mucho los verdes, ¿a quién no?. Pero mi real naturaleza es de orden intelectual y contemplativa, es la cultura y el arte mi mundo más auténtico, lo que me hace vibrar y sentir que vivo. No en vano, digámoslo aquí con todas sus letras y sin falsas modestias, soy el mejor periodista y prosista de Lima,
Por lo que precede, confío en que se valore, con la justeza que le corresponde, la admiración que me produjo el post del señor Héctor Larval. Me hizo recordar mis mejores momentos escriturales: asociaciones imprevistas y de dimensión plural (¡signo de incontestable inteligencia!), administración de intuitiva eficacia en los vocablos y manejo diestro y elegante de la ironía. Toda una gama de cualidades prosísticas en la que resalta la profusión de adjetivos, que no por aluvional cae en los excesos del barroquismo sino que enriquece el contenido semántico de lo que narra. Vaya como ejemplo ilustrativo, la enumeración de los adjetivos usados por Larval en su primera cláusula: segunda, mítico, icónico, avieso, espirituoso, desprendido, burguesas, pulida, intonso, inmarcesible y atónito.
Una suerte para mí que Héctor Larval no resida en Lima, mi pedestal peligraría con su presencia en esta tuerta tierra.

CÉSAR HILDEBRANDT TREVIÑO, ex altruista.

Anónimo dijo...

Pues a mí me parece correcto aprobar un anónimo firmado por CÉSAR HILDEBRANDT TREVIÑO, puede causar confusión. Obviamente no es él, porque se la tiene jurada a GFP, pero alguien que ignore estos líos o el estilo de CH para escribir puede darse un resbalón.

Rorschach dijo...

El seudo Hildebrandt escribe incluso peor que el original. Y además Hildebrandt se apellida Pérez-Treviño, no Treviño, lo que es suficiente dato para saber que se trata de un correo apócrifo. Si hubiera lugar a una confusión real, el mensaje no aparecería en este blog pobre pero honrado.

Anónimo dijo...

Como diría un buen escritor, en el Perú continúa el callejoneo cochabambino; una peste literaria de nunca acabar. Ese post es un santo y seña; un perfecto tacle al cerebro del lector. Un Yaraví de antaño, de esos que se escuchan perdidos en la profundidas del cañon del Colca, a orillas del río entre el aleteo de un picaflor y una orquídea.

Cómo les gusta las huachafadas!

Este poppurri neomedieval es perfecto para publicarlo en la revista de Magali Medina, allí lo apreciarán mejor. Quizá, hasta les escriban e-mails llamándoles escritodres.

Hay, chicos del inframundo, sovacos ilustrados, tinterillos infelices en un Starbucks frente a un mocha frapuccino size venti; roedores extraviados en aquel desierto, están regalando un fin de semana pagado para vacacionar frente a las infestadas aguas del mar de Asia, ( en Cañete para los desubicados), al que adivina quién mamorreteó este post:

A. El Lazarillo de Tórmes.

B. Felipillo

C. Gustavo Pocoflorón

D. Un transtornado admirador de Mariano Melgar.

E. Fue otra auto cacheteda del mismísimo Vico Ci.

F. Lo escribieron a diez manos.